El profeta Isaías escribió: “¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20)
Sin duda que el profeta está señalando una degradación moral muy profunda, a tal punto de que algunos para justificar su iniquidad le llamaban bueno, y a lo que era bueno le llamaban malo. Por más increíbles que nos resulten las palabras de Isaías, lo cierto es que siguen cumpliéndose aún en nuestra época. Con mayor frecuencia y más claridad, la sociedad degrada aún más y más los principios éticos y morales. La verdad continúa siendo pervertida desde la caída en el Edén.
Tal es la condición, que el profeta exclama “¡Ay!” denotando así que es algo lamentable y de preocupación. Gary V. Smith, comenta al respecto: “Sin un estándar absoluto de justicia divina, el falso razonamiento humano y la pasión incontrolada pueden racionalizar y justificar casi cualquier acto, especialmente si el criterio principal es “¿Me beneficiará?” Cuando lo dulce y lo amargo, la luz y las tinieblas, el bien y el mal son valores relativos basados en deseos, caprichos y fines egoístas, la rectitud y la justicia no existen. Gran parte del crimen y la inmoralidad que aflige a la sociedad moderna se remonta a redefiniciones personales y sociales similares del bien y el mal. Las personas de cualquier generación pueden rechazar sin sentido y de manera desafiante la idea de que están haciendo mal porque no tienen un ancla moral. Pero el desafío y la ignorancia humanos no pueden disminuir la autoridad o reducir la relevancia práctica de las instrucciones justas de Dios sobre el comportamiento humano moral.”[1]
Este es el meollo del asunto: Si lo malo o lo bueno se define según nuestros criterios, todo será un caos.
Los cristianos no vamos por la vida sin rumbo, el Señor se ha revelado a nosotros a través del Hijo y su palabra, mostrándonos como hemos de vivir. Quien ha nacido de nuevo puede ver a la luz de las Escrituras, que es lo que debe hacer y cómo debe vivir ante el Señor que lo ha rescatado de la condenación eterna. Sin embargo, debido a que se está relegando la Escritura en el último lugar, muchos han perdido el camino. Y lamentablemente están adoptando el pensamiento de una sociedad cada vez más corrupta: llamar a lo bueno malo y a lo malo bueno.
En ese sentido, Thomas Brooks en su tratado titulado “Remedios preciosos”[2], nos da algunos alicientes en contra de este mal diabólico de llamar a lo malo bueno. Brooks dice que es Satanás quien presenta el pecado con los colores de la virtud, y por lo tanto los creyentes deberían considerar:
El pecado nunca es menos sucio, vil y abominable al ser coloreado y presentado con los colores de la virtud.
Que un pecado presentado con los colores de la virtud, es más peligroso para el alma.
Mirar al pecado con el ojo con el cual lo verás después. Es decir, contemplar las consecuencias de la desobediencia.
Y personalmente, este remedio me hizo reflexionar: Considera que aquellos pecados que Satanás pinta con otros colores y pone nuevos nombres, cuestan la sangre, noble sangre, sangre que da vida, sangre del corazón del Señor Jesús.
El Señor me ha rescatado por amor, ¿cómo iré de forma voluntaria y deliberada a pisotear su amor? ¡Oh, Señor ayúdame!
Es por esto y más, que debemos tener cuidado con aquellos que se acercan vestidos como ovejas, ofreciéndonos un evangelio sin santidad, un evangelio sin sometimiento al Señor, un evangelio sin nuevo nacimiento, un evangelio sin verdad. Sea anatema. Resistamos a aquellos que presentan lo malo como bueno, y digamos: Lo bueno es bueno, lo malo es malo, el Señor nos lo dice.
Ten cuidado.
[1] Smith, V. Gary. (2007). Isaiah 1–39, 15: An Exegetical and Theological Exposition of Holy Scripture. Holman Reference.
[2]Brooks, T. (2018). The Complete Works of Thomas Brooks, Vol. 1: Precious Remedies Against Satan’s Devices, Apples of Gold for Young Men and Women, the Mute Christian . . . Rod, a String of Pearls (Classic Reprint).