Escribe Thomas Watson, en su sermón ‘La vigilancia espiritual’, apelando a la santidad: Guarda tu corazón como guardarías un tesoro. Un hombre que tiene un gran tesoro de dinero y joyas, lo guardará con cerradura y llave para que no sea robado. Cristiano, llevas contigo un tesoro precioso, incluso todo lo que vales, ¡un corazón! El diablo y el mundo te robarían esta joya. Oh, mantén tu corazón como lo harías con tu vida. Si te roban este tesoro, estás arruinado.
Este es el hecho: Si has nacido de nuevo, eres llamado a crecer en santidad. Sin embargo, hoy en día se ha llegado a conclusiones que nos alejan de tal llamado. El legalismo, nos dice que haciendo o absteniéndonos, llegaremos a alcanzar el agrado de Dios. Nuestra justicia propia se convierte en el fundamento de nuestra santificación. Por otro lado, tenemos al libertinaje que nos dice que, lo único necesario es creer en Jesús y que todo cuánto hagamos con amor y sin hacer mal, es aprobado por Dios. Estas y otras conclusiones son muy populares en nuestras comunidades cristianas, las cuales solo han traído angustia, culpa, lascivia y confusión.
Pero ¿qué nos dice las Escrituras?
Lo primero que nos enseña, es que hemos sido santificados por el Señor. Leemos en 1 Cor. 6:11: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” (Comp. Hebreos 10:10) ¿Qué implica el hecho de que somos llamados santos o santificados? Implica que hemos sido apartados por el Señor para su gloria. Tu y yo, y todos aquellos que han creído en Jesucristo como salvador, han sido consagrados. Tal como los instrumentos del Templo de Israel en el A.T., el llamado del creyente es dedicar su vida al Señor. Por ello, Jesús dijo que estamos en el mundo pero no somos del mundo.
Lo segundo que nos enseña la Escritura, es que somos santos llamados a crecer en santidad. Esto puede resultar bastante paradójico. ¿Cómo alguien que es santo sigue creciendo en santidad?. Para ello, algunos teólogos hablan sobre la santidad posicional y la santidad progresiva. Por santidad posicional, es aquella que tenemos al creer en Cristo, somos apartados por Dios para ser su pueblo; la santidad progresiva, es crecer en el carácter de Cristo usando los medios que el Señor nos ha proporcionado.
En ese sentido, sólo aquellos que han nacido de nuevo pueden y son capaces de ser santos que crecen en santidad. El inconverso no posee en sí mismo deseos de vivir para Dios, a lo más que aspira, es al moralismo que lo salvaguarda de las opiniones de sus semejantes. No obstante su corazón sigue dominado por el poder del pecado.
Tercero, la Escritura nos muestra como crecer en santidad. Escribe al respecto J. I. Packer: “El método de santificación usado por Dios no es ni el activismo (una actividad que se apoya en la propia persona) ni la apatía (una pasividad que se apoya en Dios), sino un esfuerzo que depende de Dios (2 Corintios 7:1; Filipenses 3:10–14; Hebreos 12:14). Sabiendo que sin que Cristo nos capacite, no podemos hacer nada en la forma debida, moralmente hablando, y que Él está dispuesto a fortalecernos para todo lo que tenemos que hacer (Filipenses 4:13), “permanecemos” en Cristo, pidiéndole su ayuda continuamente, y la recibimos (Colosenses 1:11; 1 Timoteo 1:12; 2 Timoteo 1:7; 2:1).”[1]
Crecemos en Él por su poder y permaneciendo en Él. Y los medios que podemos usar son, la Escritura, la oración y los sacramentos. En cuanto a esto, escribe J. V. Fesko: “Si nuestra santificación viene a través de nuestra unión con Cristo, entonces se alimenta a través de sus medios designados: Palabra, sacramento y oración. Si nos encontramos luchando, ¿podría ser que no nos hemos alimentado adecuadamente con el verdadero maná del cielo? ¿Será que no hemos ido ante el trono de Dios en oración? ¿Será que hemos abandonado la asamblea de los santos? Cristo ha preparado una gran fiesta ante nosotros y nos corresponde sentarnos, comer y entablar una conversación santa con nuestro Salvador. Al hacerlo, a medida que nos acerquemos a él, él nos transformará gradualmente para que brille más y más su santidad y justicia.”[2]
Esto me lleva a considerar que, si no estamos creciendo en santidad, es porque no estamos utilizando los medios prescritos por el Señor. Talvez, estamos siguiendo el legalismo, el libertinaje o el moralismo, y hemos obviado lo que verdaderamente nos hace crecer. De eso, hablaré en otro post, si Dios permite.
[1] J. I. Packer (2001). Concise Theology: A Guide to Historic Christian Beliefs. Tyndale House Publishers.
[2] Fesko, J., V. (2012). A Christian’s Pocket Guide to Growing in Holiness: Understanding Sanctification (Poc ed.). Christian Focus Publications.
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