Comenzamos nuestro estudio sobre el Catecismo de Heidelberg (de ahora en adelante CH). Pero antes, quiero responder a dos dudas que me han hecho sobre este tema:
- ¿Qué es un catecismo? Es básicamente un documento que condensa las doctrinas básicas de la fe cristiana. La forma de usar dicho documento, era mediante la repetición y memorización, también el pastor o catequista se encargaba de dar una exposición de las Escrituras que respaldaban dicho documento. En si, el catecismo buscaba que los creyentes conocieran mejor las Escrituras. Históricamente, iglesias bautistas o reformadas, originadas en la Reforma, utilizaban catecismo (ej. el Catecismo Menor de Westminster)
- ¿Por qué hablar del catecismo de Heidelberg? Porque es uno de los documentos más breves y precisos sobre la fe cristiana. Si bien es cierto que no comparto todo lo que aquí se expone, particularmente el paidobautismo, no deja de ser el CH un documento que articula con eficacia mucha de la enseñanza bíblica.
Bien, dicho esto, pasamos a las primeras preguntas del Catecismo de Heidelberg
Pregunta 1: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida
como en la muerte?
Respuesta: Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte (a), no me pertenezco a mí mismo (b), sino a mi fiel Salvador Jesucristo (c), que me libró del poder del diablo (d), satisfaciendo enteramente con Su preciosa sangre por todos mis pecados (e), y me guarda de tal manera (f) que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer (g), antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación (h). Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna (i) y me hace pronto y dispuesto para vivir en adelante según Su santa voluntad.
a. Rom.14:8.- b. 1 Cor. 6:19.- c. 1 Cor. 3:23; Tito 2:14.- d. Hebr. 2:14; 1 Juan 3:8; Juan 8:34, 35, 36.- e. 1 Pedro 1:18, 19; 1 Juan 2:22, 12.- f. Juan 6:39 ; Juan 10:28; 2 Tes. 3:3;1. Pedro 1:5.- g. Mateo 10:30; Luc. 21:18.- h. Rom.8:28.- i.- 2 Cor.1:22; 2 Cor. 5:5, Efes. 1:14; Rom.8:16.- j. Rom. 8:14; 1 Juan 3:3.-
Pregunta 2: ¿Cuántas cosas debes saber para que,
gozando de esta consolación, puedas vivir y morir
dichosamente?
Respuesta: Tres: (a) La primera, cuán grande son mis pecados y miserias (b). La segunda, de qué manera puedo ser librado de ellos. (c) Y la tercera, la gratitud que debo a Dios por su redención.(d)
a. Mateo 11:28-30. Efes. 5:8.- b.Juan 9:41; Mateo 9:12; Ro. 3:10; Juan 1:9, 10.- c.Juan 17:3; Hechos 10:43.- Hechos 4:12.- Efes. 5:10; Salmo 50:14; Mateo 5:16; 1 Pedro 2:12; Rom. 6:13; 2 Tim. 2:15.
En este primer domingo, nuestra lectura del catecismo nos llama al consuelo y a la examinación propia. La primera pregunta, nos invita a reflexionar sobre un tema del cual poco hablamos, la muerte. ¿Cuál es tu consuelo al morir? ¿Qué paz posees ahora y que será útil para ese día? El hombre sin Cristo, puede hablar únicamente de consuelos momentáneos, triviales y huecos, sin embargo, quien pertenece a Cristo, puede decir que ya sea que viva o muerta, es de Cristo. Un consuelo que no tiene comparación. Zacharias Ursinus, comenta al respecto: “La esencia de nuestro consuelo, por tanto, es brevemente ésta: que somos de Cristo, y por medio de él, reconciliados con el Padre, para que seamos amados por él y salvos, con el Espíritu Santo y la vida eterna dados.”
De modo que, el CH nos invita primeramente a considerar nuestra relación con el Señor, la primera pregunta nos invita directamente a reflexionar sobre nuestro estado espiritual ¿qué seguridad poseo en esta vida y que no sea perecedera? ¿qué puede llenar completamente mi vida? Son estas preguntas las que nos dirigen cara a cara a la verdad de las Escrituras. Quien ha sido salvo por gracia, no sólo puede responder a estos cuestionamientos sino que puede experimentar todas las gracias descritas en la respuesta dada en el CH: “…que me libró del poder del diablo (d), satisfaciendo enteramente con Su preciosa sangre por todos mis pecados (e), y me guarda de tal manera (f) que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer (g), antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación…”.
Sólo en Cristo Jesús, encontramos la verdadera vida. Escribe Neal D. Presa: “Es muy posible vivir nuestras vidas como muertos vivientes —comiendo, enseñando— pero no verdadera y completamente vivos en Dios. Ireneo comentó una vez: “La gloria de Dios es el hombre plenamente vivo”.
Sin embargo, podemos quedarnos atrapados en el fango de lo que llamamos vida, yendo del punto A al punto B, en busca de personas, lugares y cosas…atravesando la rutina del trabajo, la familia, la responsabilidad social, con la Iglesia o la fe como una entre muchas actividades, lugares o compartimentos de nuestras vidas. Es una vida de muertos vivientes. . . sin pasión, sin alma.” El hombre sin Cristo vive sin propósito.
Luego de considerar las bendiciones de nuestro consuelo en Cristo Jesús, el CH nos lleva entonces a considerar del porque este es nuestro mayor consuelo y nos dice que es por nuestro estado de miseria. Saber que Jesús ha venido a salvarnos, es motivo de gozo, pero es aún mas profundo nuestro gozo y asombro, cuando reconocemos la condición en la que nos encontrábamos (Rom. 3:23). Necesitamos este consuelo, necesitamos a Cristo, porque de otro modo estamos muertos en nuestros delitos y pecados.
Este consuelo es necesario, porque tal como escribe Zacharias Ursinus:
Primero, para que no nos desesperemos. El conocimiento de nuestra miseria nos llevaría a la desesperación, si no se nos presentara un camino de liberación.
En segundo lugar, para que deseemos esta liberación. No se desea un bien desconocido: porque lo que no conocemos, no lo podemos desear. Si ignoramos, por lo tanto, el beneficio de nuestra liberación, no lo buscaremos y, por supuesto, no lo obtendremos. Sí, si nos lo ofrecieran, o cayéramos sobre él, no lo abrazaríamos.
En tercer lugar, para que nos consuele. Un bien que no se conoce no puede dar ningún consuelo.
En cuarto lugar, para que no podamos idear otro método de liberación, ni abrazar uno inventado por otros, y de ese modo echar un reproche al nombre de Dios y poner en peligro nuestra salvación.
En quinto lugar, para que lo recibamos por fe; pero la fe no puede existir sin conocimiento. La liberación también se obtiene solo por fe.
Por último, para que seamos agradecidos con Dios; porque como no deseamos un bien desconocido, tampoco lo apreciamos ni nos sentimos agradecidos por él. Pero el beneficio de la liberación no se concede a los ingratos. Dios se complace en conferirlo solo a aquellos en quienes produce su efecto apropiado, que es la gratitud. Por estas razones, se requiere necesariamente un conocimiento de nuestra liberación, qué es, de qué manera y por quién se efectúa y otorga, etc., para que podamos disfrutar de un consuelo verdadero y sólido. Este conocimiento se obtiene del evangelio, tal como se escucha, lee y capta por la fe; porque solo promete liberación a aquellos que creen en Cristo.
Hermanos, nuestro mayor consuelo es y será Jesús el Mesías, quien ha llevado sobre si nuestro pecado y nos ha dado por su obra expiatoria, salvación eterna (Rom 5:8; Juan 3:16-17)