Cuando comenzamos un nuevo año, usualmente pensamos en buenos propósitos o planes a realizar. Nos llenamos de emoción y esperanza. Así como esto es cierto, también lo es que, muchos de esos buenos propósitos o planes son para satisfacción de nuestros intereses. Pensamos mucho en nosotros mismos.
En el evangelio según Mateo, encontramos una afirmación bastante directa y contundente por parte de Jesús. Él dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Negarse a sí mismo, es una característica de aquellos que seguimos a Jesús. No podemos ir en pos de nuestros planes o hacer como a nosotros nos plazca, tenemos un Señor, al cual en agradecimiento y amor, debemos seguir conforme a lo que Él nos dice en Su Palabra.
De manera personal, puedo decirte que negarnos a nosotros mismos, es un proceso constante, ya que conforme crecemos en gracia y conocimiento, el Señor nos ayuda a decir ‘no’ aún a aquello que parece bueno a nuestros ojos y decir ‘si’ a su voluntad. Muchas veces, como Jonás huimos y queremos hacer como bien nos parezca, sin embargo, las consecuencias son penosas.
Thomas Manton, escribe en su tratado sobre la negación de sí mismo, una razón importante para considerar:
Nacido de una madre pobre, en un lugar pobre, envuelto en pañales baratos e indigno, el Hijo de Dios, el Heredero de todas las cosas, el Señor de los ángeles, es arrojado entre las bestias en un establo. Cristo no vendría con pompa, sino con escasas provisiones y muebles, para deshonrar la grandeza y la valentía mundanas. Derrocaría al ídolo del mundo, no solo por el poder, sino por la elección de su vida. Y como su nacimiento, así fue su vida; estaba abrumado por dolores y trabajos. Cristo no fue un hombre de placeres, sino un hombre de dolor. Rom. 15:3, el apóstol dice: ‘Cristo no se agradó a sí mismo’, ni en la elección de su propia vida, ni en los placeres que pudiera proponerse para su propio beneficio o ventaja, era bastante feliz sin ellos. Así en su muerte. Si alguno tenía razón o causa para amar su vida natural, Jesucristo la tenía. Su alma habitó con Dios en una comunión de la que no somos capaces; y, sin embargo, se entregó a sí mismo para redimirnos del mundo presente, Gálatas 1:4. Es ridículo profesar que Jesucristo es nuestro maestro y no conformarnos a su ejemplo. No tenemos ninguna razón para ser más tiernos y delicados de nuestro interés que lo fue Cristo. ¿Qué es nuestro yo para el yo de Cristo? Somos pobres criaturas bajo una ley; Cristo era Dios sobre todos, bendito por los siglos. El discípulo no está por encima de su maestro, ni el sirviente por encima de su señor: “Basta que el discípulo sea como su maestro, el sirviente como su señor. Si al dueño de la casa han llamado Belcebú, ¡cuánto más los llamarán a los de su casa! ‘ Marcos 10:25. No debemos murmurar, no podemos ser peor usados que Cristo; no tenemos motivo para quejarnos si quedamos reducidos a un manto tosco, cuando recordamos los pañales de Cristo; para quejarse de una cama dura o una prisión, cuando Cristo fue puesto en un pesebre. Ciertamente, una pobreza inocente es más cómoda que toda la pompa del mundo, si quisiéramos elegir lo que Cristo eligió. Cristo fue un modelo de sufrimiento desde la cuna hasta la cruz. Los que se acarician con todas las delicias del mundo parecen profesar otro maestro que Cristo.
Thomas Manton, A Treatise of Self-Denial
Tengamos buenos propósitos o buenos planes para este nuevo año, pero no olvidemos que nuestro deleite, gozo y deber, es hacer lo que nuestro Señor diga.