He estado pensando, en esto durante los últimos días. ¿Realmente la Biblia es importante? ¿En verdad, la Biblia es algo significativo para los cristianos en nuestro tiempo?
Seguramente, si le preguntas a muchos de tus hermanos en tu iglesia local, responderán que si, que la Biblia es importante y que es la Palabra de Dios. Si preguntas esto mismo en Internet, a un grupo de cristianos, la mayoría responderá de manera similar.
No obstante, aunque afirmamos con toda vehemencia y furor de que la Biblia es la Palabra de Dios, nos encontramos muy a menudo en una contradicción con dicha afirmación, cuando la Escritura enfrenta nuestros gustos, emociones, planes, perspectivas. He notado que esta contradicción es evidente desde los niveles más sencillos, como por ejemplo: la mentira, hasta niveles más complejos, como enseñar una falsedad. Lo cierto es que, esto no es problema de la Biblia per se, más bien es problema nuestro. Nos hemos distanciado de las Escrituras, al punto de que llegamos a verlas como una colección de máximas sabias y consejos éticos/morales, pero nada más que eso.
Atanasio, escribe: “Las Sagradas Escrituras, inspiradas por Dios, son por sí mismas suficientes para el descubrimiento de la verdad. Los cristianos no hablarán ni soportarán oír nada en la religión que sea ajeno a las Escrituras; siendo un corazón maligno de inmodestia hablar las cosas que no están escritas“. Atanasio desmayaría si conociese nuestra época de la post-verdad, del subjetivismo (lo tuyo es verdad, lo mío también). Y es aquí, en dónde se encuentra el meollo del asunto, para muchos cristianos, la Biblia, no representa una autoridad.
Si no veamos los ejemplos:
- Cuando una falsa enseñanza es expuesta, muchos, prefieren creer (por obstinación no por ignorancia) a esa falsa enseñanza que a la verdad de las Escrituras.
- Un personaje con millones de seguidores afirmo algo que no es bíblico, somos impresionados por las estadísticas más que por la verdad.
Escribe Juan Crisóstomo: “Por lo tanto, no llevemos a cabo las nociones de muchos, sino que examinemos los hechos. Porque, ¿cómo no es absurdo que con respecto al dinero, efectivamente, no confiamos en los demás, sino que lo remitimos a cifras y cálculos; pero al calcular sobre hechos, las nociones de los demás nos apartan ligeramente; y eso también, aunque poseemos un equilibrio exacto, y una cuadratura y regla para todas las cosas, la declaración de las leyes divinas? Por tanto, exhorto y ruego a todos, que ignoren lo que este y aquel hombre piensen acerca de estas cosas, y consulten de las Escrituras todas estas cosas; y habiendo aprendido cuáles son las verdaderas riquezas, vayamos tras ellas para obtener también las cosas buenas eternas; que todos obtengamos, por la gracia y el amor hacia los hombres de nuestro Señor Jesucristo, con quien, al Padre y al Espíritu Santo, sea gloria, poder y honra, ahora y siempre, y un mundo sin fin. Amén.” (Homilía sobre 2 Corintios , 13.4)
Sin ánimo de parecer fatalista, nos dirigimos a un tiempo (si no es que ya vivimos en el) en el cual las Escrituras serán relegadas a ser un libro de historias moralistas, de personajes ejemplares, todo lo bueno que podríamos decir de cualquier otro libro, eso sí, menos la palabra autoritativa de Dios. Que el mundo piense así, no debería extrañarnos, pero que los cristianos estemos llegando a estas conclusiones, si debería alertarnos y hacernos orar.
Pablo, escribe de manera profética: “Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos” (2 Timoteo 4:3). Notemos que, quienes no soportarán la sana doctrina, no son los que están fuera de la iglesia, sino aquellos que, profesando el nombre de Cristo no le amaban en verdad, y que para satisfacer sus deseos buscan aquellos que les digan lo que quieren escuchar. ¡Que no seamos nosotros, estos que no quieren la palabra del Señor!
Por último, respondiendo la pregunta ¿es realmente la Biblia importante? Si, porque es la palabra de Dios.