La doctrina de la encarnación, es fundamental para el desarrollo de la teología cristiana y la vida del creyente. Si la omitimos o adulteramos, nos encontraremos navegando en un mar agitado de dudas y contradicciones.
El término encarnación no aparece en la Biblia, pero si el equivalente griego de la expresión latina “in carne” (en sark: “en la carne”), el cual se encuentra en algunas afirmaciones importantes en el Nuevo Testamento sobre la persona y obra de Jesucristo. Por ejemplo:
(Mateo 1:20)
Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
(Lucas 1:35)
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
(Juan 1:1-4)
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Dentro teología sistemática, la doctrina de la encarnación forma parte de lo que se conoce como “el estado de humillación de Cristo”. Dentro de dicho estado, se distinguen los siguientes elementos:
a) la kénosis(a): Se refiere a la acción del Hijo en despojarse o vaciarse de la majestad y gloria, para tomar semejanza y naturaleza humana.
b) la tapeínosis: La humillación de sujetarse a las demandas y maldición de la Ley.
Ambos elementos están unidos, por el decreto de Dios. No podía haber sujeción y maldición para el Verbo si Él no hubiese despojado de sí la gloria y grandeza.
En el último elemento (tapeínosis) se identifican ciertas etapas(B), a saber:
i) La encarnación
ii) El sufrimiento
iii) La muerte
iv) El entierro
v) El descenso al Hades
Debemos recordar que estos estados, provienen de la posición de Cristo respecto a la Ley. “Cristo estuvo bajo la ley, no únicamente como regla de vida, sino como la condición del pacto de obras y aún bajo la condenación de la ley”[1]
a) El Verbo encarnado
No fue el Padre quién se hizo carne, ni el Espiritu sino el Hijo quién tomó la naturaleza humana. Juan en su evangelio, identifica a Jesucristo como el Verbo encarnado. Es Él, el objeto de la encarnación pero a pesar de eso, no podemos separar al Padre y el Espíritu Santo de ésta maravillosa obra.
Herman Bavinck escribe: “Cristo fue enviado por el Padre y concebido por el poder del Espíritu Santo. Toda la obra de la recreación no es sólo un decreto de Dios; está arraigada en la consulta libre y consciente de las tres personas.” Es evidente y lógico que la Trinidad haya formado parte de la encarnación.”[2]Las Escrituras nos dan testimonio de ello:
(Mateo 1:20)
Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
(Lucas 1:35)
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
(Juan 1:1-4)
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Así como debemos aceptar el rol de la Trinidad en la Encarnación, debemos aceptar la preexistencia del Verbo. Antes que María, José o Abraham, el Verbo ya existía.
Berkhoff dice: “El Hijo de Dios, preexistente, acepta la naturaleza humana y se hace de carne y sangre humana, un milagro que sobrepasa nuestro entendimiento”
La Encarnación va más allá de todo pensamiento, de hecho es algo que nadie pudo haber imagino. ¿Dios tomando la naturaleza de hombre, pero a la vez siendo Dios? “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne”
b) La Encarnación fue preparada desde la eternidad.
Al hablar de la preexistencia de Cristo, damos por sentado que Él es eterno. La eternidad es un atributo profundo y difícil de comprender por nuestras mentas finitas. Podemos imaginar en qué consiste la eternidad, más no podemos abarcar todo lo que implica. Cristo es Eterno.
En ese sentido, la teología sistemática(c), nos habla acerca del pacto de redención (pactum salutis). En este pacto, “antes de que el mundo fuera hecho, Dios Padre dio a Su Hijo un pueblo, ‘escogidos en él antes de la fundación del mundo’ (Efesios 1:4). Fue entonces cuando el nos predestinó “para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (cf. Efesios 1:5, Juan 10:29, 17:6). El Espíritu Santo también es parte de este pacto, porque el Padre y el Hijo (Juan 15:26; Rom. 1:4) acordaron enviar al Espíritu al mundo para dar testimonio de Cristo, enseñar a la gente acerca de él y declararles lo que vendrá (Juan 16:13)[3]
Con base a lo anterior, vemos que la encarnación del Verbo no fue un plan espontaneo sino que ya formaba parte del plan de salvación de Dios. Un plan determinado por su soberanía y perfecta sabiduría.
El hombre caído no merecía nada más que la ira de Dios por su pecado, sin embargo Él es misericordioso en que aún siendo pecadores, nos dio a Su Hijo desde la eternidad para alabanza de su gracia.
“No hubo tiempo en que el Hijo no existiera; Tampoco hubo tiempo en que el Hijo no supiera que iba a asumir y cuando no estaba preparado para asumir la naturaleza humana de la raza caída de Adán. La encarnación fue preparada desde la eternidad.” (Bavinck)
Notas:
(a) Francisco Lacueva, en el libro “La persona y la obra de Jesucristo”, CFTE, Volumen IV, hace una crítica a la teoría de la kénosis. Expresa Lacueva que, tal teoría surge de una incorrecta interpretación de eguéneto en Jn 1:14 y ekénose en Filipenses 2:3 (ver pág 138-139, de la citada obra). Este asunto no será abordado en el presente escrito.
(b) En la teología luterana, se hablan hasta de ocho etapas.
(c) En la teología reformada, se profundiza este pacto. John Frame da una buena introducción al asunto, utilizando su modelo de tri –perspectivismo.
Obras consultadas:
[1] Berkhoff Louis, Teología Sistemática
[2] Reformed Dogmatics, Herman Bavinck
[3] Frame John, Theology Systematic