¿Has escuchado que el Espíritu Santo es la madre del creyente? Si, tal como lo lees, en algunas comunidades pseudocristianas, se sugiere que el Espíritu Santo es la madre de los cristianos. En Facebook, encontré a dos personajes que promueven esta enseñanza a diestra y siniestra, específicamente me refiero a Jonatan Meza y su hija, en sus enseñanzas se percibe una influencia de la Nueva Reforma Apostólica y Gnosticismo. Pero queda aún esa interrogante en el aire, ¿el Espíritu Santo es femenino o masculino, puede ser identificado como la “Diosa Madre”?
Vayamos a la historia.
Para entender de donde surge la idea del Espíritu Santo como “Dios Madre”, es necesario conocer un poco de la historia del cristianismo primitivo y su relación con otro movimiento religioso-filosófico llamado gnosticismo.
Los orígenes del gnosticismo se desconocen. Varios estudiosos han intentado rastrear el dualismo gnóstico al zoroastrismo y otras características del gnosticismo al budismo o al judaísmo. La historia nos sugiere que elementos del gnosticismo existieron antes de la llegada del cristianismo, a diferentes lugares de Asia menor y sus alrededores. Es por ello que, en algunas cartas del N.T., escritas por Pedro, Pablo, Juan y el escritor de Hebreos probablemente estaban abordando ideas gnósticas que negaban la humanidad y/o divinidad de Jesús. A menudo encontramos a los escritores, insistiendo en que Jesús vino en carne y era un hombre como nosotros.
Con el pasar de los años, surgió un nuevo movimiento, el “gnosticismo cristiano”. El fundador del gnosticismo “cristiano” fue Valentín, que nació en Cartago alrededor del año 100 d. C. Después de casi ser elegido obispo de Roma (es decir, papa) se desvió hacia la herejía abierta. Aparentemente él era un poeta; algunos le atribuyen la autoría de la versión más antigua de la poética homilía gnóstica Evangelio de la verdad.
Deseando presentar la autoridad apostólica para su enseñanza (sin la cual sabía que los cristianos lo ignorarían), afirmó que había recibido instrucciones de un seguidor de Pablo llamado Theodas o Theudas. Incluso si este Theodas realmente hubiera sido un seguidor de Pablo, no validaría las enseñanzas de Valentín, porque sabemos que algunos seguidores de Pablo se cayeron, porque él y otros apóstoles advierten a los que naufragaron su fe y a los lobos vestidos de oveja, vendrá entre ellos. Con la muerte de los apóstoles y sus sucesores inmediatos, la falsedad encontró que era más fácil echar raíces.
Como muestran las fechas de vida de Valentín, el movimiento “cristiano-gnóstico” y sus escritos datan de mediados del siglo II d.C. o más tarde. Para entonces, la mayoría, si no todas, de las escrituras que se convirtieron en nuestro Nuevo Testamento tenían entre 80 y 100 años. En consecuencia, varias escrituras gnósticas citan o aluden a casi cada una de ellas. A su vez, los escritos gnósticos estimularon una literatura cristiana completamente nueva cuando fue necesario refutar la falsedad extendida. A fines del siglo II, los líderes ortodoxos comenzaron a producir obras para contrarrestar la creciente influencia gnóstica.
Como resultado de esta mezcla entre gnosticismo y cristianismo, surgen definiciones que rayan en lo blasfemo. El gnosticismo difirió del cristianismo en dos aspectos importantes: 1) Los gnósticos creían que el mundo material fue creado como malvado y corrompido, y 2) Jesús era un espíritu, no una carne real. Jesús nació del Espíritu Santo tanto en el gnosticismo como en el cristianismo, pero en el gnosticismo, el Espíritu Santo era el aspecto “femenino” de Dios. Por lo tanto, el Espíritu Santo era la verdadera “madre” de Jesús, y por consecuencia es madre de todos los que creen en Jesús.
La idea del Espíritu Santo como Madre, surge entonces en la tradición gnóstica. Sus escritos y adeptos enunciaban que la divinidad era masculina-femenina, o femenina respecto al Espíritu. Veamos:
En el Evangelio apócrifo de Juan, encontramos una referencia a Jesús (o la divinidad) como un ser que posee ambos géneros:
Él me dijo: «Juan, Juan, ¿por qué dudas? ¿Por qué temes? ¿No estás familiarizado con esta figura? «Entonces ¡no seas pusilánime! Yo estoy contigo siempre. Yo soy el Padre, Yo soy la Madre, Yo soy el Vástago, Yo soy el incorruptible y el inmaculado. He venido a hablarte de lo que es, lo que era, y lo que ha de venir, para que comprendas lo que es invisible y lo que es visible; y para enseñarte sobre la Humanidad perfecta. Alza, pues, ahora tu cabeza, para que comprendas las cosas que te diré hoy, y para que puedas relatar esas cosas a tus amigos espirituales, que son de la raza inconmovible de la Humanidad perfecta». (El evangelio apócrifo de Juan 1:15-18)
Aphrahat, un cristiano de Siria (280 d.C.) influenciado por el “gnosticismo cristiano” escribe:
“¿Quién es él que deja a padre y madre para tomar esposa? El significado es el siguiente: mientras un hombre no haya tomado esposa, ama y venera a Dios su Padre y al Espíritu Santo como su madre, y no tiene otro amor. Pero cuando un hombre toma esposa, entonces deja a su verdadero padre y su madre. (Demostraciones 18:10)” [1]
Macario de Egipto, un cristiano egipcio, considerado un icono en las iglesias coptas, también fue de algún modo influenciado por el gnosticismo:
“En lugar de un padre terrenal estás buscando al padre celestial, y en lugar de una madre que está sujeta a la corrupción, tienes como madre al excelente Espíritu de Dios. Homilía 54.4.5″[2]
Y por último, Sinesio de Cirene, influenciado por el gnosticismo, describe al Espíritu de Dios, como mujer :
“Yo canto del trabajo del Padre, la voluntad fecunda, el principio intermediario, la Respiración / Inspiración Sagrada, el punto central del Padre, el punto central del Niño: ella es madre, ella es hermana, ella es hija, ella ha entregado (es decir, como partera) la raíz oculta. (Himno 2)”[3]
Ante esta ola de escritos gnósticos, surgen algunas voces como la de Jerónimo y Gregorio de Nicea, quienes se oponían a que la divinidad posee un género (Comentario de Isaías 11.40.9, Jerónimo)
Hasta aquí, hemos visto que la idea del Espíritu Santo como Madre, surge del gnosticismo “cristiano”. Pero, quienes promueven esta idea actualmente, acuden a las Escrituras, específicamente al Antiguo Testamento, y nos muestran que el Espíritu es “femenino”.
Estudios equivocados del idioma Hebreo.
Aquellos que creen en el Espíritu Santo como “Dios Madre” sostienen correctamente que la palabra hebrea “ruah” <7307> es un sustantivo para “espíritu” que es femenino en la gramática hebrea, por lo tanto -dicen ellos- la persona real descrita por el nombre, en este caso el Espíritu Santo, debe ser femenina. Algunas escrituras citadas como ejemplos incluyen Génesis 1: 2, 6: 3; Exo. 31: 3.
Sin embargo, este estudio superficial de palabras colapsa cuando se considera que el argumento se basa en una suposición que viola la estructura básica de la gramática hebrea que se puede resumir de la siguiente manera: El género gramatical en el sustantivo hebreo no siempre determina o define el género natural del persona u objeto. Esto es entendido por cualquier experto en el idioma original, por ejemplo, como dice la siguiente cita. “Es importante entender que los sustantivos femeninos (género gramatical) no se refieren solo a las cosas femeninas (género natural) o los sustantivos masculinos solo a las cosas masculinas. Por ejemplo, la palabra hebrea para ley es “Torá” <8451> y es femenina. Esto no significa, sin embargo, que las leyes se apliquen solo a las mujeres “.[4]
Resulta obvio que esta apelación al idioma hebreo es únicamente para establecer su doctrina, por lo que terminan tergiversando la Palabra de Dios. Si fueran honestos y enfrentaran todas las evidencias de las Escrituras como claramente están reveladas, verían que sus propios argumentos se vuelven contra sí mismos y colapsan en mucha confusión.
En conclusión, el Espíritu Santo no es hombre ni mujer. Es el Espíritu de Dios.
Dios usó términos exclusivamente masculinos para referirse a Sí mismo y terminología casi exclusivamente masculina, incluso en metáforas. A través de la Biblia, Él nos enseñó cómo hablar de Él, y fue en términos relacionales masculinos. Por lo tanto, aunque el Espíritu Santo no es ni masculino ni femenino en Su esencia, se lo menciona apropiadamente en lo masculino en virtud de su relación con la creación y la revelación bíblica. No hay absolutamente ninguna base bíblica para ver al Espíritu Santo como el miembro “femenino” de la Trinidad.
Entonces, ¿qué hacer con esta enseñanza? Rechazarla abiertamente y llamarla como lo que es, herejía.
Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.
Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: !!Bienvenido! Porque el que le dice: !!Bienvenido! participa en sus malas obras. (2 Juan 10-11)
Si alguno enseña una doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad está envanecido y nada entiende (1 Timoteo 6:3-4a)
[1]Ancient Christian Doctrine, Volume 4: We Believe in the Holy Spirit, Edited by Joel C. Elowsky, IVP Academic.
[2]Ibid
[3]Ibid
[4]Basics of Biblical Hebrew-Grammar, Gary D. Pratico and Miles V. Van Pelt, Zondervan.