He comenzado a leer la Teología Sistemática de John Frame, titulada “Systematic Theology: An Introduction to Christian Belief”. El Dr. Frame es un prolífico autor, quien en otras obras ha tratado asuntos apologéticos, filosóficos y escriturales.
En mi lectura, me encontré con un párrafo que llamó mucho mi atención. Antes de citarlo, quiero mencionar que Frame, en su teología sistemática parte desde el señorío de Dios. De modo que, su tesis va desde ahí. Hablando del pacto de Dios, nos presenta el decálogo (o los diez mandamientos) y de como éstos, vienen a ser un tratado entre Dios y los suyos.
Escribe el Dr. Frame:
En Éxodo 20: 1–17, Dios le habla a Israel las palabras que normalmente llamamos los Diez Mandamientos o el Decálogo. Meredith G. Kline ha analizado este pasaje como un “tratado de suzeranía” entre Dios e Israel.
El tratado de suzeranía era un tipo de documento del que se han encontrado ejemplos de la antigua cultura hitita. En esta forma literaria, un gran rey (un soberano) formula un tratado con un rey menor (un vasallo). El gran rey es el autor. Él establece los términos de la relación. La forma del documento incluye regularmente ciertos elementos: (1) El nombre del gran rey, identificándolo como el autor del documento: “Yo soy el Rey tal”. (2) El “prólogo histórico”, en el que el gran rey le dice al vasallo qué beneficios le ha traído al vasallo en el pasado. (3) Las “estipulaciones”, leyes que se espera que el vasallo obedezca en agradecimiento por la beneficencia pasada del gran rey. Estos a menudo se dividían en mandamientos generales y particulares. El mandamiento general era “amor” o lealtad exclusiva al soberano. Los mandamientos particulares indicaban las formas en que este soberano exclusivo esperaba que se comportara su pueblo vasallo. (4) Las “sanciones”, bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia. (5) “Continuidad”, disposiciones para la lectura pública del tratado, sucesión real, adjudicación de controversias, etc.
Kline encuentra que el Decálogo sigue este patrón de tratado bastante de cerca. (1) Dios da su nombre: “Yo soy el SEÑOR tu Dios”. Nuevamente, aparece el nombre misterioso Yahvé, “SEÑOR”. (2) Entonces el Señor proclama su bendición pasada sobre Israel, identificándose como Aquel “que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre”. (3) Después de esto, Dios pronuncia los mandamientos mismos. El primer mandamiento (quizás los cuatro primeros) requiere lealtad exclusiva al único Dios y repudio de todos los demás posibles dioses. Los otros mandamientos detallan las implicaciones de este compromiso. (4) Hay sanciones incrustadas en los mandatos (en lugar de relegarlas a una sección específica, tan a menudo en los tratados seculares), como en Éxodo 20: 5-6, 7b, 12b. (5) No hay una sección de continuidad específica en el Decálogo, pero al final de Deuteronomio hay provisiones para la enseñanza pública de la ley de Dios (Deut. 31: 9-13), la persistencia del pacto después de la muerte de Moisés y el trato con rebelión (vv. 14-29).
Este aspecto, es muy importante para comprender parte del trasfondo teológico e histórico en el Antiguo Testamento.