Unos doscientos años después de que Isaías escribió su profecía. Zacarías escribió, también inspirado por Dios. El pueblo, como resultado de su rebeldía, había caído finalmente ante el dominio de los babilonios, que lo llevaron cautivo. Al regresar de la cautividad, decidieron construir un segundo templo para restaurar la adoración. En su profecía Zacarías alienta al pueblo a hacerlo. En ella describe al Mesías como un rey.
Veamos más de cerca el anuncio mesiánico de Zacarías:
Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra. Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua. Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble. (Zacarías 9:9-12)
En esta porción, es notorio que el Mesías es descrito como un rey, pero un rey singular. Curiosamente, este rey no es como los reyes de otras naciones, los cuales usualmente montan los mejores y más bellos corceles, al contrario se dice que cabalgará sobre un asno, una descripción profética que fue cumplida por Cristo (ver Mt. 21:1-11), su significado es el de que este rey, es un rey de paz.
No había nada destacable en que los príncipes cabalgaran en asno, en el período de los jueces (Jueces 5:10; 10: 4; 12:14), porque eran la montura habitual. Cuando David huyó de Jerusalén, se le proporcionaron asnos (2 Sam. 16: 2). E. Lipinski llega al extremo de afirmar que el asno era el monte real por excelencia en el Cercano Oriente, y esto puede haber sido así, aunque la evidencia de la que se basa pertenece al segundo milenio antes de Cristo de Ur y Mari. El caballo era la montura habitual para los príncipes, según la estela de Barkal erigida por Thut-mose III (c. 1490–1437 a. C.), quien escribió sobre 330 príncipes tomados prisioneros cerca de Meguido, ‘Todos fueron en burro (atrás), entonces para que yo pueda llevar sus caballos. En el período persa sabemos que un caballo fue montado por el rey persa, Asuero (Est. 6: 8), pero el desprecio profético de confianza en los caballos de guerra (versículo 10, cf. Isa 2: 7; 31: 1; Mic. 5:10; Hag. 2:22) pueden haber favorecido el uso de asnos en Israel. El asno era una montura apropiada para alguien que venía en una misión de paz.[1]
Este rey, se identificaría como el rey del pueblo de Israel, una expresión real del pacto de Dios en un tiempo de dificultades, demostrando así el cuidado y apoyo divino.
Las características de este rey (que parecen tener cierto eco de lo que Isaías escribió) son las siguientes: justo, salvador y humilde. Este rey, responderá a la voluntad de Dios, Él los librará y los restaurará y también sufrirá por ellos.
Él es “justo” (heb. Ṣaddîq), como habían insistido las descripciones de Isaías (Isa. 9: 7; 11: 4, 5; 32: 1), pero esto no es una cualidad estática. En cada pasaje, la justicia se ve en la actividad del Rey, gobernando, administrando justicia, alentando el derecho. Cuando los impíos continuamente logran escapar de sus crímenes, mientras que personas inocentes sufren y no encuentran reparación, se les promete que triunfarán los derechos, que los justos serán vindicados, es motivo de profunda alegría. El uso de ṣedeq en el sentido de “vindicación” en Isaías 40–55 subyace en el sentido de triunfante. Varias veces en estos capítulos en Isaías, las ideas gemelas de justicia y salvación ocurren juntas (por ejemplo, Isaías 45: 8; 46:13, av, rv; 51: 4, 5), y la vindicación debe ser otorgada al Siervo del Señor ( 49: 4; 50: 8; 53:12). Este enlace con el Siervo apunta hacia una interpretación del segundo adjetivo nôšāʿ, “salvador”. El rey ha pasado por una terrible experiencia en la que ha experimentado la liberación del Señor, y por eso es victorioso, pero ‘Él es victorioso, no en sí mismo ni en nada de lo que ordena personalmente, sino por la gracia y el poder de Dios de Israel … Su triunfo, por lo tanto, es el triunfo de la fe del Siervo de Yahweh.Con eso en mente, no es sorprendente leer que el rey es humilde (Heb. ʿĀnî). Esta palabra se usa con más frecuencia en el sentido de ‘pobre’ (cf. Zac. 7:10; 11: 7, 11, rv) o ‘afligido’ (Isaías 14:32; 51:21; 54:11), y aunque cuando el Siervo se describe como ‘afligido’ (Isaías 53: 7) se usa otra palabra, hay una correspondencia de idea aquí también entre el Siervo y el Rey. [2]
De modo que, las descripciones de este rey no manifiesta los símbolos de poder y autoridad terrenales, así su reino no se establecería por la fuerza tradicional. Los gobiernos de este mundo han puesto su confianza en los carros, caballos y arcos, pero Dios los va a eliminar (v.10). El nuevo rey establecería un reino espiritual que se caracterizaría por la paz. El produce esta paz por su vida y establece su reino por medio de ella. Los límites de este reino se extienden mucho más allá de las fronteras que los judíos habían conocido en el pasado. El Rey, entonces, vendría en apariencia de humillación, pero su presencia real eliminaría la confianza en los armamentos de la guerra y produciría la unidad entre los hombres, donde reinarían la salvación y la paz.
Jesús no vino con el poder de las armas, sino con el valor de su sacrificio expiatorio. Un nuevo pacto, el cual ya no sería con la sangre de animales, como en los sacrificios del templo, sino con la sangre de Cristo.
La historia ya vio el cumplimiento de la muerte y la resurrección de Cristo. El Siervo Sufriente ya cumplió esa parte de su obra. Es la parte del Rey montado en un asno, el que vino como Príncipe de paz.
[1] Baldwin, J. G. (1972). Vol. 28: Haggai, Zechariah and Malachi: An Introduction and Commentary. Tyndale Old Testament Commentaries (178). Nottingham, England: Inter-Varsity Press
[2] Ibid