Cristo no vino a la tierra como parte de un plan de emergencia para salvar al mundo. La Biblia nos enseña que desde antes de la fundación del mundo él ya estaba dispuesto a eso (ver 1. Pe. 1:20; Ap. 13:8). Dios nunca se ha visto en apuros. Él sabía que el hombre pecaría y que solamente obtendría salvación por medio de Jesucristo. Dios anunció a Su Hijo primeramente en el jardín (Gen. 3:15). Posteriormente, las promesas fueron confirmándose y haciéndose más claras, hasta describir detalles del ministerio, el carácter y la muerte redentora del Salvador. El Antiguo Testamento, de algún modo nos habla de Cristo, sin embargo, en este post se considerará un profeta por medio del cual, Dios prometió un salvador.
Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos. Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián. Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla, y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del fuego. Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
(Isaías 9:1-7)
Cuando Isaías escribe inspirado por Dios esta profecía mesiánica, era un tiempo muy complicado en Israel, el reino del sur, Judá pasaba por una situación muy crítica –cabe mencionar que Israel se había divido en dos reinos: el reino del norte (diez tribus, conocido como Israel) y el reino del sur (dos tribus, conocido como Judá). Judá al igual que el reino del sur, estaba buscando crear alianzas con países poderosos, algo que estaba en contra de la voluntad de Dios. De modo que, la rebeldía contra Dios ponía al pueblo en una situación angustiosa. En medio de esa tribulación causada por su rebeldía, el Señor les recuerda que aunque todo parezca angustioso, hay una esperanza futura. Esta esperanza no sólo trata de los días futuros sino también de la era presente, el problema de fondo de Judá y de todo individuo es, el pecado.
“En contraste total con el capítulo anterior, el profeta ahora proclama un nuevo mensaje de esperanza y consuelo. Está dirigido a “aquella que estaba angustiada”. Nos sorprende saber quién es “ella”. Para “ella” (es decir, el área de Galilea) la oscuridad se desvanecerá y la luz de la gracia y la bendición de Dios brillará sobre ella.
La tierra de Zebulón y la tierra de Neftalí se encuentran entre el mar de Galilea y el mar Mediterráneo. Esta área había sufrido mucho por la invasión de los ejércitos asirios durante la Guerra Siro-efraimita (734–733 a. C.) y se había convertido en una provincia asiria. Los habitantes habían sido llevados al exilio y nuevos pueblos de otras áreas del Imperio Asirio habían sido traídos para reemplazarlos; por eso se la conocía como “Galilea de las naciones”.
Luego el Señor “glorificará el camino del mar, la tierra más allá del Jordán”. Este “camino” era la antigua carretera que iba desde Damasco hasta la costa del mar Mediterráneo, que se dirige hacia el oeste a través de la tierra al este de Jordania y Galilea de las naciones.
Es interesante notar que es Galilea en particular la que debe ser glorificada. No es Judá o Jerusalén, ni Efraín o Benjamín que recibirán la luz. El pueblo de Jerusalén en los días de Jesús más bien despreciaba al pueblo de Galilea porque era de raza mixta incluso entonces, todavía era “Galilea de los gentiles” (Mateo 4:15). Este pasaje, colocado como está aquí en el libro de Isaías, puede considerarse una continuación del mensaje de la señal de Emanuel (Isaías 7:14; 8: 8). En consecuencia, es de la mayor importancia teológica. [1]
Estas referencias geográficas que encontramos en el pasaje (Zabulón, Neftalí, Jordán, Galilea) poseen en sí mismas un peso profético, ya que nos habla de lo que Dios haría en el inicio de la vida del Mesías. Aunque Jesús hizo grandes obras en estas ciudades, sin embargo los judíos esperaban otra clase de mesías, un caudillo poderoso, un guerrero temerario, un militar osado. El Mesías de Dios es diferente. Aunque poderoso y valiente, el énfasis en su carácter está en cualidades de otra índole.
Isaías describe al Mesías que viene, utilizando títulos muy importantes: “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
Motyer, J. A. , hace un aporte explicativo de estos títulos: “La perfección de este Rey se ve en su calificación para gobernar (Consejero maravilloso), su persona y poder (Dios poderoso), su relación con sus súbditos (Padre eterno) y la sociedad que crea su gobierno (Príncipe de paz). Admirable: literalmente “una maravilla de un consejero”. La gran mayoría de las ochenta veces que ocurren pālā ’, su sustantivo (como aquí, pele’) y el adjetivo (pilĕ’î), se refieren al Señor, a sí mismo y a sus obras. Es la palabra más cercana que tiene el hebreo a la idea de “sobrenatural”, trayendo aquí una sabiduría muy superior a la humana: el cumplimiento de 1:26, en contraste con Acaz cuyas decisiones arruinaron a su pueblo; como, pero trascendiendo, Salomón cuya sabiduría permaneció terrenal (1 Reyes 4: 29–34). Dios poderoso: la repetición de este título en 10:21, refiriéndose al Señor mismo, establece su significado aquí. Traducciones como “héroe divino” son lingüísticamente improbables, dejando de lado la implicación de que el Antiguo Testamento esperaba un Mesías divino (ver com. 4: 2; 53: 1). La eternidad es tanto general (26: 4) como específica (57:15). Cuando la gente solicitaba un rey (1 Sam. 8) deseaban reemplazar la regla episódica de los jueces con la permanencia de la monarquía. El Rey por venir es el cumplimiento final de este anhelo. Padre: usado del Señor, ‘padre’ habla de su preocupación (Salmo 65: 5), cuidado y disciplina (Salmo 103: 13; Prov. 3:12; Isa. 63:16; 64: 8); cf. Sal. 72: 4, 12–14; Isa. 11: 4. La paz es realización personal (2 Reyes 22:20), bienestar (Génesis 29: 6), armonía (Éxodo 4:18), paz con Dios (Núm. 6:26; 25:12; Isaías 53: 5) El verbo, šālēm, significa “ser completo”. Principe: corresponde a nuestra idea de “administrador”. Este Príncipe, entonces, él mismo una personalidad completa, uno con Dios y con su pueblo, administra los beneficios de la paz / integridad en su gobierno benigno. Sin embargo, esta regla será inmutable en su carácter (y paz), sin fin en el espacio y el tiempo (para siempre), el cumplimiento del ideal davídico (David, Sal. 2:8; 72: 8–11), reflejando el santidad de Dios en su devoción a la justicia en la práctica y justicia en principio (cf. 5:16), y garantizada por el compromiso (celo) y la actividad (cumplimiento) del Señor. Celo: como compromiso apasionado (37:32; 42:13; 59:17; 63:15); cf. el amor que no tolera la deslealtad y no admite rivales (Núm. 15:11; Sal. 79: 5). Es el Señor quien planifica el futuro (1), destruye al enemigo (5) y cumple sus promesas (7). [2]
El Mesías que viene, es soberano y reina sobre los desastres y transiciones de la historia. Cada título que Isaías utiliza refleja que Él sería el instrumento de los propósitos de Dios. El reino de Cristo, sobrepasa las fronteras políticas, raciales y de cualquiera otra índole porque el vino a morir y a salvar.
Este es el anuncio que Isaías hace sobre el Mesías que viene. En el próximo post, consideraremos otro anuncio profética de Jesús el Mesías.
[1] Widyapranawa, S. H. (1990). The Lord is Savior : Faith in national crisis : A commentary on the Book of Isaiah 1-39. International theological commentary (50). Grand Rapids; Edinburgh: Eerdmans; Handsel Press.
[2]Motyer, J. A. (1999). Vol. 20: Isaiah: An introduction and commentary. Tyndale Old Testament Commentaries (101). Nottingham, England: Inter-Varsity Press.
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