El Arminianismo, es una escuela teológica sobre la salvación asociada al teólogo holandés Jacobo Arminio (1560-1609). El principio fundamental en el arminianismo es el rechazo de la predestinación y la correspondiente afirmación de la libertad de la voluntad humana. “Él enseñó que la salvación depende únicamente de la gracia de Dios, pero recibimos de Dios la libertad de recibir esta gracia o de rechazarla. Sus oponentes lo acusaron de socinianismo y semi-pelagianismo. En 1604 participó en un debate público con su colega Franciscus Gomarus (1563–1641), quien defendió una doctrina supralapsaria de predestinación. La lucha duró hasta la muerte de Arminio, y sus efectos continuaron durante algunos años.”[1]
Poco después de su muerte, los seguidores de Arminio (más tarde llamados Arminianos) presentaron una declaración a las autoridades gubernamentales de Holanda en la que expusieron cinco artículos de doctrina. “Fue en 1610, que el estadista holandés Jan van Oldenbarnevelt (1547–1619) presentó a los Estados Generales de Holanda una advertencia preparada por Jan Uytenbogaert (1557–1644). Entre los principales Remonstrantes se encuentran el teólogo Simon Episcopius (1583–1643) y el jurista Hugo Grotius (1583–1645)”.[2] En oposición a la predestinación absoluta los Remonstrantes(a) (Arminianos) afirmaron cinco artículos:
- Que el decreto divino de predestinación es condicional, no absoluto;
- Que la expiación posee una intención universal;
- Que el hombre no puede por sí mismo ejercer una fe salvadora, sino que requiere la ayuda de Dios para alcanzar esta fe;
- Que aunque la gracia de Dios es una condición necesaria del esfuerzo humano, no actúa de manera irresistible en el hombre;
- Que los creyentes pueden resistir el pecado pero no están más allá de la posibilidad de caer de la gracia.
“La controversia inicialmente tuvo un enfoque eclesiástico, ya que las tendencias libertinas tuvieron una influencia entre los Remonstrantes. También existía un elemento político, ya que Oldenbarnevelt representaba los intereses de las provincias, especialmente de Holanda, en contra de la tendencia centralizadora de Maurice de Nassau (1567–1625). Esta interrelación de teología y política protegió a los Remonstrantes por un tiempo, pero finalmente llevó a su derrota total. Durante algunos años, Oldenbarnevelt bloqueó el llamado de un consejo nacional dirigido a la minoría Remonstrante, pero su política de paz con España y su alianza con Francia provocaron una creciente oposición tanto en el país como en el extranjero. Maurice quería una alianza con Inglaterra, cuyo rey, Jacobo I (1603–25), era un oponente resuelto del arminianismo. También quería continuar la guerra contra los españoles, que amenazaban el sur de los Países Bajos.”[3]
Dejando a un lado la esfera política de esto, encontramos que en esencia, los arminianos sostenían que Dios da ayuda indispensable en la salvación, pero que en última instancia es el libre albedrío del hombre el que decide el asunto. Consideremos más de cerca los cinco postulados del arminianismo respecto a la salvación:
- Libre albedrío o habilidad humana. Aunque la naturaleza humana se vio seriamente afectada por la caída, el hombre no se ha quedado en un estado de total impotencia espiritual. Aunque se ha dicho que el Arminianismo está relacionado al Pelagianismo, encontramos que Jacobo Arminio, reconocía la doctrina del pecado original. El escribió: […] Pero en su estado caído y pecaminoso, el hombre no es capaz, de y por sí mismo, pensar, desear, o hacer lo que es realmente bueno […] En este estado [de caída], el libre albedrío del hombre está herido, mutilado, enfermo, curvado y debilitado para la realización de cualquier bien verdadero […] está preso, destruido, y perdido. Sus habilidades están debilitadas y son inútiles a menos que sea [el hombre] asistido y estimulado por la gracia divina.” [Las obras de Jacobo Arminio. Vol. 1, p. 174, 384]. En ese sentido, el Arminianismo presenta que Dios permite que todo pecador se arrepienta y crea, pero no interfiere con la libertad del hombre. Cada pecador posee un libre albedrío, y su destino eterno depende de cómo lo usa. La libertad del hombre consiste en su habilidad para elegir el bien sobre el mal en asuntos espirituales; su voluntad no está esclavizada a su naturaleza pecaminosa. Sin embargo, aunque el mismo Arminio afirme la depravación total del pecador, infiere que éste tiene el poder de cooperar con el Espíritu de Dios y regenerarse o resistir la gracia de Dios y perecer. El pecador perdido necesita la ayuda del Espíritu, pero no tiene que ser regenerado por el Espíritu antes de que pueda creer, porque la fe es el acto del hombre y precede al nuevo nacimiento. La fe es la contribución del hombre a la salvación.
- Elección condicional. La elección de Dios de ciertos individuos para la salvación antes de la fundación del mundo se basó en su previsión de que responderían a su llamado. Seleccionó solo a aquellos que sabía que ellos mismos creerían libremente el Evangelio. Por lo tanto, la elección fue determinada por o condicionada a lo que el hombre haría. La fe que Dios previó, y sobre la cual Él basó su elección, no fue dada al pecador por Dios (no fue creada por el poder regenerador del Espíritu Santo), sino que fue el resultado exclusivo de la voluntad del hombre. Se dejó totalmente en manos del hombre quién creería y, por lo tanto, quién sería elegido para la salvación. Dios escogió a aquellos que Él sabía que, por su propia voluntad, elegirían a Cristo. Por lo tanto, la elección del pecador de Cristo, no la elección de Dios del pecador, es la causa última de la salvación.
- Redención universal o expiación general. La obra redentora de Cristo hizo posible que todos fueran salvos pero en realidad sólo es segura para los que creen. Aunque Cristo murió por todos los hombres, solo los que creen en Él son salvos. La redención de Cristo se hace efectiva solo si el hombre decide aceptarla.
- El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente. El Espíritu llama interiormente a todos aquellos que son llamados externamente por la invitación del evangelio. Él hace todo lo que puede para llevar a cada pecador a la salvación. Pero en la medida en que el hombre es libre, puede resistir con éxito la llamada del Espíritu. El Espíritu no puede regenerar al pecador hasta que crea; la fe (que es la contribución del hombre) precede y hace posible el nuevo nacimiento. La gracia de Dios, por lo tanto, no es invencible; puede ser, y a menudo es, resistida y frustrada por el hombre.
- Caer de la gracia. Aquellos que creen y son verdaderamente salvos pueden perder su salvación al no mantener su fe, etc. Es importante mencionar que no todos los arminianos está de acuerdos en este punto; algunos sostienen que los creyentes están eternamente seguros en Cristo, que una vez que el pecador se regenera, nunca se puede perder.
Como el lector, ha de suponer, el Arminianismo es la escuela soteriológica más popular, la más aceptada en diversas denominaciones cristianas. Schaff escribe en su libro “Credos de la cristiandad” sobre la controversia arminiana, describiendo el arminianismo como un “semi-pelagianismo(b) moderado”. Sobre esto, habría aún más que considerar al respecto. Personalmente, he encontrado que muchas cosas que se dicen sobre el Arminianismo, son prejuicios, tal como la ausencia de la depravación total en los escritos de Arminio. Esto llevaría a considerar una segunda parte sobre esta escuela teológica.
Para conocer más sobre el Arminianismo, recomiendo al lector, la siguiente literatura:
Teología arminiana: mitos y realidades, Roger E. Olson.
Arminianismo clásico, Leroy Forlines.
Notas:
(a) Remostrantes (en neerlandés: de Remonstrantse Broederschap ‘la hermandad remonstrante’) es el nombre dado a aquellos protestantes de los Países Bajos que, tras la muerte de Jacobo Arminio, mantuvieron las creencias asociadas a su nombre y que en 1610 presentaron a los Estados Generales (el parlamento) de Holanda y de Frisia una protesta (remonstrance en inglés)
(b) Semi-pelagianismo: Es el nombre de una postura sinergista surgida en oposición al agustinianismo. El origen y alcance del término en la historia del dogma no ha sido claramente determinado todavía. Una modificación del pelagianismo clásico.
Bibliografía consultada:
[1] The Encyclopedia of Christianity, editores Erwin Fahlbusch, Jan Milič Lochman, John Mbiti, Jaroslav Pelikan, Lukas Vischer.
[2] Ibid
[3] Ibid
[3] Las obras de Jacobo Arminio, Vol. 1