Con el paso de los años, resurgen algunos movimientos o ideas que en el pasado ya fueron refutados o catalogados como enseñanzas tergiversadas de las Escrituras. Recientemente, hemos sido testigo de un neo-marcionismo, o de enseñanzas propiamente gnósticas. Asuntos con los que por muchos siglos el cristianismo tuvo que lidiar.
En ese sentido, una de las tendencias que está tomando cierto auge, es el antinomianismo. Es posible que el término sea desconocido, e incluso puede que desconozcas de que se trata. Así que en este breve post, quiero hablarte sobre ello y de lo dañino que resulta para la vida cristiana.
Antinomianismo: ¿Qué es y cómo surge?
El Diccionario Bíblico Holman, nos ofrece una definición útil: [El antinomianismo es la] “enseñanza falsa de que, dado que solo la fe es necesaria para la salvación, uno está libre de las obligaciones morales de la ley”. Por lo general, la historia de este movimiento se remonta a Juan Agrícola, 1538 d.C., quien sostuvo que la ley no es necesaria bajo el evangelio, que las buenas obras no promueven nuestra salvación ni las malas las obstaculizan, que el arrepentimiento no debe predicarse desde el Decálogo, sino desde el evangelio y cosas por el estilo.
Es interesante notar que, J.I.Packer en su libro “Teología Concisa”, se refiere a diferentes perspectivas del antinomianismo, como: el dualista, centrado en el Espíritu, Cristocéntrico, Dispensacional, Dialéctico y Situacionista. No veremos cada uno en detalle, sin embargo, es importante notar que todos ellos apuntan a una distorsión de la gracia y la obra de la salvación en el creyente.
El Antinomianismo y la vida del creyente.
Como hemos visto previamente, el antinomianismo afirma de manera general que el creyente está libre de obligaciones morales a la Ley, llevando inevitablemente a que muchos afirmen que los mandamientos del Señor en cuanto a crecer en Cristo, obedecer, despojarnos del viejo hombre, a crecer en la gracia, a ser transformados, resistir al pecado, etc., sean pasados por altos y visto como “obras” y siendo que la salvación no es por obras sino por gracia, entonces, hacer o dejar de hacer estas obras es irrelevante. Después de todo, si todo es por gracia no hay nada más que hacer.
Es aquí dónde está el problema, el antinomianismo enfatiza demasiado un aspecto de la salvación y omite otros. Dicho de forma más puntual, el antinomianismo exalta la justificación en Cristo, pero omite/desvirtúa la santificación y glorificación del creyente. La justificación, la santificación y la glorificación, son aspectos diferentes pero concatenados de la salvación.
De modo que, el antinomianismo abre las puertas al libertinaje, coloca al creyente ante un terrible slogan: ‘soy salvo, no pasa nada si peco’. De hecho, Pablo en su carta a los Romanos, responde al antinomianismo: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” ( Rom. 6:1-2).
El antinomianismo reduce la vida cristiana, a una afirmación intelectual de asuntos salvíficos sin ningún impacto real y trascendente. No obstante las Escrituras, nos testifican algo más glorioso y contundente:
quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. (Tito 2:14)
Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. ( 1 Timoteo 4:7-8)
pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; ( 1 Tesalonicenses 4:3a)
¿Legalismo?
Cuando se habla sobre santidad o santificación, el antinomianismo responde a que eso es legalismo, es decir, querer ganar o mantener la salvación/amor de Dios según nuestras obras. Ahora, ¿existe el legalismo? Claro que si, lo vemos a menudo, pero responder al llamado de que seamos santos como el Señor es santo, no es legalismo. Legalismo, es cuando inventamos/cumplimos dogmas o normas con el fin de justificarnos delante del Señor y obtener salvación.
En definitiva, el antinomianismo y el legalismo son las caras de una misma moneda. Son distorsiones de la gracia y el evangelio del Señor Jesucristo.
Santos como el Señor
El puritano Thomas Watson, escribió: “No somos elegidos por la santidad, sino para la santidad“. Nuestra santificación no es motivo para salvarnos, de hecho, sino fuese por la gracia de Dios no podríamos obedecer al mandato del Señor. La santificación es un proceso continuo, una obra de Dios en nosotros, y que no es perfecta. El que ha nacido de nuevo es llamado a vivir en esta nueva vida, que es guiada por la palabra del Señor (Mateo 7:16-20; Efesios 2:10; Col. 1:10; Santiago 2:14-26). Dado que hemos sido liberados del dominio del pecado a través de la fe en Jesús, también hemos sido liberados para practicar la justicia que Dios demanda (Rom. 6: 12-22).