Durante este mes, he venido considerando en el blog, la doctrina de la santificación. Un asunto, que para muchos no resulta importante o relevante, y la adecuan a sus gustos personales. Sin embargo, el testimonio de la Escritura nos dice algo diferente: Somos santos llamados a ser santos. Entonces ¿cómo luchamos contra el pecado?
He dicho en otros artículos que todo depende de Dios, es decir, su poder nos habilita y nos guía a crecer en santidad, pero esto no implica pasividad por parte de nosotros, sino al contrario, el cristiano está llamado (porque puede hacerlo) a utilizar los medios y recursos que Dios dispone para luchar contra el pecado. Entre los tales, podríamos considerar algunas estrategias o principios, que pueden resultar útiles con la ayuda del Señor. Pero antes de eso…quiero hacer de tu conocimiento, que quien escribe estas líneas, peca. Si, peco, y muchas veces me veo a mi mismo y me siento decepcionado de mi deslealtad al Señor y voy a Él, humillado en arrepentimiento por mi desobediencia. ¡Necesito su gracia y poder, de verdad! ¡Que Dios me ayude a ser santo como Él es santo!
Dicho esto, quiero compartir algunas estrategias para luchar contra el pecado, que pueden ser útiles para ti:
No des lugar a oportunidades, momentos o situaciones que te conducirán a pecar.
Sé que suena muy obvio, sin embargo, es una de las cosas que con frecuencia descuidamos. Cuando nos exponemos a entornos o situaciones, que resultan ser una puerta hacia el pecado, lo mejor es huir. Huir no es ser cobarde, sino al contrario, es ser fuerte en el Señor. De modo que, si estás batallando contra la pornografía, lo mejor será evitar lugares o contenidos, que puedan resultar ser un catalizador para ti. Si tu batalla, es con la mentira, cuando estés a punto de utilizar un engaño, mejor calla o abandona momentáneamente la conversación y habla con el Señor. El principio es claro por sí mismo, pero ¡cuánto nos cuesta llevarlo a la práctica!
Cuando la tentación aparezca, ora y cita la palabra de Dios. La mayoría de creyentes conoce el encuentro entre Jesús y Satanás en el desierto (Mateo 4), pero cuán poco aplicamos el principio que vemos ahí, ya que cuando la tentación aparece, lo que hacemos es racionalizar y justificar, quedando así a merced de los deseos pecaminosos. Una estrategia, que me ha funcionado es que, cuando aparece la tentación, en voz alta (o dependiendo del contexto) recito algunos textos bíblicos que he memorizado y oro.
Las siguientes estrategias las he tomado y adaptado del tratado “Remedios preciosos” de Thomas Brooks.
No consideres que un pecado es pequeño porque a ti te parezca que lo es.
La verdad es que, esos pecados que solemos considerar pequeños, han traído sobre los hombres la mayor ira de Dios, como comer un fruto, recoger unas cuantas ramas en el día de reposo y tocar el arca. Ceder el paso a un pecado menor da paso a cometer uno mayor. Tengamos en cuenta esto, cuanto más permisivos somos con el pecado, más nos vamos abriendo a algo peor.
No te creas autosuficiente y juegues con la tentación. A cuantos hemos escuchado decir: “no pasa nada, yo puedo controlar esto”, y al final, caen en condiciones espirituales muy lamentable. O también escuchamos decir: “los débiles no pueden con esto, yo soy fuerte”. Por amor a Dios y tu alma, no tientes al Señor de esa manera. Abstente de toda apariencia de maldad. Escribe Brooks: “Todo lo que sea heterodoxo, falso y desagradable, rehúyelo, como lo harías con una serpiente en tu camino, o veneno en tu carne.” Reconozcamos que, en nuestras propias fuerzas no podemos luchar contra el pecado (Efesios 6:10-12)
Estas y otras estrategias o principios que puedes encontrar en la Escritura, serán de ayuda en tu batalla contra el pecado. No con nuestras fuerzas sino con el poder del Hijo de Dios, Jesucristo.