La santificación, es un tema que nos ayuda a ver la gloria y soberanía de Dios en la salvación, como también su poder en nuestras vidas para vivir conforme a su voluntad. El Señor nos ha rescatado y nos da su Espíritu para vivir conforme a su voluntad; sin embargo, esto no erradica la responsabilidad del creyente para utilizar los medios de gracia para crecer en santidad. Dicho de otro modo, el Señor nos ha dado su Espíritu para que seamos santos que se santifican.
En el post anterior, se consideró la santidad del creyente, en este artículo pretendo presentar algunas razones por las cuales no crecemos en santidad, con ello, tanto el lector como quien escribe, posiblemente se vean compungidos y realicen los cambios que sean necesarios.
La primera razón, por la cual no crecemos en santidad, es porque no leemos las Escrituras con devoción y entendimiento. En nuestro tiempo, diversas casas publicadoras y sociedades bíblica, producen Biblias de estudio, o Biblias en diversas versiones, no obstante, el analfabetismo bíblico parece no disminuir. Y no es meramente una cuestión cultural, sino espiritual. El letargo y conformismo, ha calado profundamente en muchos cristianos, al punto de que leen la Biblia a lo mucho una vez a la semana. ¿Qué clase de crecimiento puede existir, cuando se pasa por alto la Escritura? El crecimiento es mínimo, débil y anémico.
La segunda razón, es la carencia de prioridad de la oración. E. M. Bounds, escribió: “El trabajo espiritual es un trabajo agotador y los hombres son reacios a hacerlo. Orar, orar de verdad, cuesta una inversión de atención seria y de tiempo, que la carne y la sangre no disfrutan.“[1] Orar, es un privilegio glorioso, porque por medio de los méritos del Hijo podemos acercarnos al Padre. Pero, son muchos los que se privan a sí mismos de este gozo. Tenemos tiempo para muchas cosas menos para orar. Muchos creyentes, han caído en el FOMO*, viven sin descanso en el Señor y sedientos de paz y gozo. ¿Te imaginas tener sed, cuando a tu lado está la fuente de agua viva?
Por último, decidir no congregarte con tus hermanos en la fe. Se que en algunos países, aún los cristianos no pueden reunirse, asunto que no voy a discutir aquí. Pero si quiero señalar, la importancia de congregarnos con nuestros hermanos en la fe. Y a pesar de lo importante que es, muchos ven con indiferencia dicho privilegio y deber. Claro está, no se trata de reunirnos por cumplir una agenda eclesiástica y cumplir los compromisos religiosos, no, se trata de adorar al Dios Triuno, que se ha revelado por medio del Hijo. Nos reunimos como familia, para celebrar la victoria de Cristo. Pero no sólo esto, sino que, congregarnos nos ayuda a nuestra santificación. El Señor usa a nuestros hermanos para nuestro crecimiento. Escribe el Dr. Fesko: “Somos parte de un cuerpo, parte de la iglesia de Jesucristo. Cuando nos encontramos incapaces de lidiar con nuestro pecado por nuestra cuenta, entonces debemos buscar la responsabilidad y la ayuda del pastor y los ancianos de la congregación. También debemos buscar la ayuda de un buen amigo cristiano, alguien en quien confiemos, alguien que ore fervientemente e interceda por nosotros. Como escribe Santiago: “Por tanto, confiésese sus pecados unos a otros y oren los unos por los otros” (Santiago 5:16). Nunca debemos luchar solos.” [2]
Estas son las razones más básicas por las cuales un cristiano no está creciendo en santidad. Pero ¿qué podemos hacer? De eso quiero hablar en el siguiente post.
[1] Bounds, E. M. (2016). Power Through Prayer. Van Haren Publishing.
*FOMO o la ansiedad por estar desconectado de las redes sociales
[2] Fesko, J., V. (2012). A Christian’s Pocket Guide to Growing in Holiness: Understanding Sanctification (Poc ed.). Christian Focus Publications.
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